domingo, 25 de mayo de 2014

Contexto histórico del Impresionismo


En los años de post-guerra justo en la segunda mitad del siglo XIX, el mundo fue testigo de hechos que iban a marcar la historia en cuestiones sociales y políticas. La industrialización ya había abarcado a la sociedad, Alemania se estaba unificando, se caía el segundo imperio entre otros acontecimientos que contribuían a cambios.  

El impresionismo se desarrolló durante finales del siglo XIX  y fue con este nuevo estilo  que comenzó lo que se denominó “arte moderno”. Un movimiento que se basó en la sensación como una fuente de conocimiento.

En 1874 un grupo de artistas organizó en Paris una exposición independiente,   que fue un intento  de conseguir una salida al margen del salón oficial para sus obras.  Dicha exposición de la Galería Nadar,  fue donde se expuso el cuadro de Monet “Impresión del Sol Naciente” y el crítico de arte Leroy lo calificó despectivamente de Impresionista, nombre con el cual se calificó al grupo de jóvenes pintores, que compartían principios estéticos y pictóricos pero que no contaban con una acción unitaria.

Los impresionistas se encargaron de inmortalizar paisajes donde prevalecía el cambio de luz y dejaron a un lado temas míticos o religiosos.  En toda Europa se difundió el impresionismo.
El impresionismo se presentó como una prolongación del realismo, nació bajo su influencia y adoptó  los temas de la vida cotidiana. Se situó en la cumbre de los estudios pictóricos sobre la luz, que se  llevaron a cabo desde el renacimiento, y propuso  cuadros luminosos en antítesis con los sepias consagrados por la tradición. 

Una época que dejó grandes historias, obras y tesoros para la humanidad. 


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